Negociar el Karma – Curarse de enfermedades

Afortunadamente, mis caros amigos, la justicia y la misericordia son las dos columnas torales de la Fraternidad Universal Blanca.




La justicia sin misericordia es tiranía, la misericordia sin justicia es tolerancia, complacencia con el delito. El Karma es negociable, y esto es algo que puede sorprender muchísimo a los secuaces de diversas escuelas ortodoxas.

Ciertamente, algunos pseudoesoteristas y pseudoocultistas se han tornado demasiado pesimistas en relación con la Ley de Acción y Consecuencia; suponen equivocadamente que

esta se desenvuelve en forma mecánica, automática y cruel. Los eruditos creen que no es posible alterar tal Ley; lamento muy sinceramente tener que disentir con esa forma de pensar.




Si la Ley de Acción y Consecuencia, si el némesis de la existencia, no fuera negociable, entonces, ¿dónde quedaría la misericordia divina? Francamente yo no puedo aceptar crueldad en la divinidad. Lo real, aquello que es todo perfección, eso que tiene diversos nombres como Tao, Aum, Inri, Sein, Alá, Brahma, Dios, o mejor dijera, Dioses, etc., etc., etc., en modo alguno podría ser algo sin misericordia, cruel, tiránico, etc. Por todo ello repito en forma enfática que el Karma es negociable.

Es posible modificar nuestro propio destino, porque “cuando una ley inferior es trascendida por una ley superior, la ley superior lava la ley inferior”.

Modificando la causa se modifica el efecto. “Al León de la Ley se le combate con la balanza”. Si en un platillo de la balanza ponemos nuestras buenas obras y en la otra ponemos las malas, ambos platillos pesarán iguales o habrá algún desequilibrio. Si el platillo de las malas acciones pesa más, debemos poner buenas obras en el platillo de las buenas acciones con el propósito de inclinar la balanza a nuestro favor; así cancelamos Karma.

“Haced buenas acciones para que paguéis vuestras deudas”; recordad que no solamente se paga con dolor, también se puede pagar haciendo bien.

Ahora comprenderán ustedes, mis buenos amigos, lo maravilloso que es hacer bien; no hay duda de que el Recto Pensar, el Recto Sentir y el Recto Obrar son el mejor de los negocios.




Nunca debemos protestar contra el Karma, lo importante es saberlo negociar.

Desgraciadamente, a las gentes lo único que se les ocurre cuando se hallan en una gran amargura es lavarse las manos como Pilatos, decir que no han hecho nada malo, que no son culpables, que son almas justas, etc., etc., etc.

Yo les digo a los que están en la miseria que revisen su conducta, que se juzguen a sí mismos, que se sienten, aunque sea por un instante, en el banquillo de los acusados, que después de un somero análisis de sí mismos modifiquen su conducta.

Si esos que se hallan sin trabajo se tornasen castos, infinitamente caritativos, apacibles, serviciales en un cien por ciento, es obvio que alterarían radicalmente la causa de su desgracia, modificándose, en consecuencia, el efecto.

No es posible alterar un efecto si antes no se ha modificado radicalmente la causa que lo produjo, pues como ya dijimos no existe efecto sin causa ni causa sin efecto.

Se debe trabajar siempre desinteresadamente, con infinito amor por la humanidad, así alteramos aquellas malas causas que originaron los malos efectos.

No hay duda de que la miseria tiene sus causas en las borracheras, en la asqueante lujuria, en la violencia, en los adulterios, en el despilfarro, en la avaricia, etc., etc.




¿Quieres sanar? Sanad a otros. ¿Algunos de vuestros parientes están en la cárcel? Trabajad por la libertad de otros. ¿Tenéis hambre? Compartid el pan con los que están peor que tú… Muchas personas que sufren solo se acuerdan de sus amarguras, deseando remediarlas, mas no se acuerdan de los sufrimientos ajenos, ni remotamente piensan en remediar las necesidades del prójimo. Este estado egoísta de su existencia no sirve para nada; así lo único que consiguen realmente es agravar sus sufrimientos.

Si tales personas pensaran en los demás, en servir a sus semejantes, en dar de comer al hambriento, en dar de beber al sediento, en vestir al desnudo, en enseñar al que no sabe, etc., es claro que pondrían buenas acciones en el platillo de la balanza cósmica para inclinarla a su favor; así alterarían su destino y vendría la suerte a su favor. Es decir, quedarían remediadas todas sus necesidades; mas la gente es muy egoísta, y por eso es que sufren. Nadie se acuerda de Dios ni de sus semejantes sino cuando están en la desesperación, y esto es algo que todo el mundo ha podido comprobar por sí mismo; así es la humanidad.




Desgraciadamente, mis queridos amigos, ese Ego que cada cual lleva dentro hace exactamente lo contrario de lo que aquí estamos diciendo; por tal motivo considero urgente, inaplazable, impostergable, reducir el Mí mismo a polvareda cósmica.

Pensemos por un momento en las muchedumbres humanoides que pueblan la faz de la Tierra. Sufren lo indecible víctimas de sus propios errores; sin el Ego no tendrían esos errores, ni tampoco sufrirían las consecuencias de los mismos.

Lo único que se requiere para tener derecho a la verdadera felicidad es, ante todo, no tener Ego. Ciertamente, cuando no existen dentro de nosotros los agregados psíquicos, los elementos inhumanos que nos vuelven tan horribles y malvados, no hay Karma por pagar, y el resultado es la felicidad.

Leyes:

“Al León de la Ley se le combate con la balanza”.

“Quien tiene capital con qué pagar paga y sale bien en los negocios”.

“Quien no tiene con qué pagar debe pagar con dolor”.

“Haz buenas obras para que pagues tus deudas”.